Lo intentaron bastante. Bex Forrest y su esposo Martin Forrest, de Reino Unido, estuvieron bastante tiempo tratando de tener un hijo, y jamás pensaron la odisea por la que pasarían antes de lograrlo. Cuando por fin Bex quedó embarazada y el desarrollo del feto iba bien, un desafortunado día comenzó a sangrar.
Debido al inesperado sangramiento, debieron programar una cesárea de emergencia cuando estaba apenas en el quinto mes de gestación.
La mujer, de 37 años, creyó que las complicaciones se debían a su edad, pero pronto el doctor le dijo que los motivos eran otros en su caso. Cuando pudieron sacar de su viente a la pequeña Willow Rose, supieron que algo andaba muy mal.
No escucharon ningún llanto: la pequeña había nacido muerta.
Pasaron varios segundos tratando de revivirla, hasta que el pequeño corazón de Rose volvió a latir. De inmediato fue trasladada al centro de terapia intensiva, donde los médicos probaron en ella una nueva técnica de incubación y la sometieron a bajas temperaturas por tres días seguidos.
El tratamiento funcionó exitosamente y la niña pudo sobrevivir. Sin embargo, aún estaba el temor de que hubiese sufrido algún daño cerebral durante el tiempo que se había quedado sin oxígeno.
Por ello, Rose estuvo en observación durante días y sus padres con suerte podrían acariciar su mano desde la máquina. Pasado un tiempo, lograron comprobar que sus conexiones cerebrales se encontraban en perfectas condiciones.
Pasados 15 meses de este duro proceso, Bex y Martin lograron esa familia que tanto querían formar junto a una fuerte y sana Rose.
Los médicos aseguraron que la suerte jugó un papel bastante importante, y que su increíble recuperación era gracias a la ciencia, pero también era parte «milagro».
¿Qué te parece? ¡Comenta y comparte!